domingo, 13 de febrero de 2011

SHRIVARDHAN

Después de pasar decepción tras decepción siguiendo los consejos de Lonely Planet, decidimos comprar un mapa general de India y escoger un pueblo costero al azar. A partir de ahora éste va a ser nuestro método para elgir destino.

Tras una hora de ferry y una de autobús por fin llegamos a Libuang, de donde saldrá el próximo autobús hacia Sriwardhan. 4 horas de bus por una carretera impracticable en la cual no caben dos coches, unas curvas que le gustaría al mismísimo Rally Costa Brava y con un conductor que toma las curvas como Fernando Alonso, llegamos por fin sanos y salvos a este bonito pueblo.

Son las 22h, está todo cerrado y no hay luz en el pueblo, suerte que el conductor del bus nos acerca amablemente hasta el que creemos que es el único hotel de todo el pueblo (Neils Hotel). Del hotel sale un cachitas que nos enseña una habitación pequeña, bastante húmeda, sin agua caliente y sin ducha, sólo cubos, y nos pide 450 rupias. Nos quedamos porque es muy tarde y resulta que al final nos quedamos en la habitación 4 noches - los cubos no están tan mal-. El hotel tiene un bar restaurante que, además de servir una comida riquísima y barata, se ve que es el punto de encuentro de la mayoría de borrachos del pueblo.

Como por arte de magia han dejado de hacer corrillos para mirarnos, no hay autorickshaws y para ser un pueblo pequeño la gente no parece estar muy interesada en los turistas. La comida también nos sorprende, en los menús empezamos a encontrar todo tipo de pescado exquisito. Y aunque el pueblo no tiene muchos restaurantes, nos apañamos bastante bien, aunque nos ha costado un poco hemos conseguido que entiendan lo que pedimos.

La playa es una gozada, aunque no tiene arena blanca ni aguas cristalinas, son kilómetros y kilómetros de playa desierta en la cual puedes estar a tus anchas tanquilamente, aunque claro, de vez en cuando pasa algún mirón.




Ya el último día conocemos a unos chicos que tras llevarnos a un pequeño refugio para resguardarnos de la lluvia, nos invitan a ir con ellos a una playa cercana que nos querían enseñar. Ya era tarde, pero aceptamos de todas maneras. El viaje fue un poco tormentoso por su manera de conducir la moto como locos y por su manía de ponerse a hacer carreras en medio de la carretera, pero realmente la playa era muy bonita. Lástima que decidimos marcharnos al día siguiente, porque si por ellos fuera nos estarían enseñando una playa diferente cada día.